martes, 10 de febrero de 2009

Resilencia

“Les arrancábamos los ojos a las muñecas para ver qué había detrás”
Alejandra Pizarnik

para Irina

Nunca jugamos a ser madres
sólo en historias de terror.

Abandonaban niños en la puerta de la casa
vivos y muertos
debíamos enterrarlos
formar un sindicato de huérfanos
implantar su reino de justicia.

Nunca buscamos en la calle
amiguitas de volantín y ronda
porque temíamos a sus padres
militares espías
rústicos esclavos.

En nuestra pieza alta contemplábamos
la bóveda celeste
los grabados clandestinos
los camaradas que huían
el banquete de queda y la última garrafa.

Eran cruciales las palabras de los mayores
por eso nos dolían sus risotadas convulsas
de condenados.

La muerte era nuestra niñera de día y de noche
bebía en el salón junto a los conspiradores.
La muerte se sentaba a la cabecera
vigilaba amorosamente compadecida
su guadaña
se quedaba quieta
alcanzaba sólo a rozar algunos rizos
algunos miembros prescindibles.