domingo, 24 de diciembre de 2006

CUADERNO DE BABILONIA

Babilonia ayer y hoy

Una pregunta pende del labio que no se atreve a preguntar:
¿Para qué erigir urbes de hielo?
Para qué subir rascacielos y colgar espejos
Si en una covacha se esconden el hombre y su perro
Si en una esquina se encuentran las manos trémulas del tabaco
Si en un sitio eriazo hacen el amor dos adolescentes sin mirarse
Para qué los andenes imantados del apuro
Si los pies yacen yagados dentro de las calcetas
Y ya no tiemblan las rodillas frente a la belleza
Y la belleza ya no quiere ocupar su sitio para recibir el escupo

Nadie acude a la apertura teatral de los portones

También están las anchas alamedas pero la gente pasea por ellas olfateando el tatuaje del vecino
Hay expeditas vías de contacto pero el saludo se congela al llegar a los labios y el ojo se suicida ante el corte pasado de moda

Es una vergüenza llevar la frente sudada por trabajo
Es una tragedia andar con el hijo de la mano

¿Para qué erigir ciudades si en medio de ellas el Mausoleo del Hombre cobra su tributo?

Una identidad de espectro funda la capital
Un presagio de muerto sobrepuesto a otro muerto
La ciudadanía acostumbrada a tantos gritos mudos
Acostumbrada al gobierno de las maquinarias

Será porque el olvido gobierna toda repetición



Marineros bajo tierra

Hay que desarrollar talento para lo efímero
encuentros cotidianos furtivos la más regular de las relaciones
un cariño entrañable por el impermeable conocido
la seguridad que da la mueca repetida
el aroma a mantequilla de cacao en los peinados de algunas etnias
puede ser la opción de hogar que nos espera.

Un querido perro fiel con su hermosa dueña solitaria
una Artemisa que tras mil arrugas rojas
es una niña con sonrisa
presentando a Stalker
can mediano de mirada atenta
probablemente un poseído
el dueño de la situación.

¿Por qué tuve que perderla a ella y a su perro
en la impenetrable Gran Ramera y no topármelos más
si no hasta esta mañana?
Pero es invierno y sus trenzas rubias se encogieron
Stalker lleva pañuelo azul y yo me olfateo
¿cuándo tendré a la Amazona frente a mi?
¿cuándo podré invitarla a ir de cacería?
quiero verla acabar con los peligrosos cerdos salvajes
aderezar la presa luego para ella
¿quieres pasar conmigo 27 horas y una eternidad?
¿por qué no me miras
si estamos tan cerca
los tres en el mismo andén?

Tarde llegué a Babilonia
mucho antes de mi llegada se habían fundado sus costumbres
yo sólo traje mi nada hasta la nada general
yo sólo introduje mi misterio en el misterio general.

Samaritertraße resiste

La tribu universal ensaya sus acaloradas discusiones de licor y yerba
característica debilidad en los sentidos
lengua pastosa arrastra el ocio productivo de la conversación
la reflexión es el zumo de todo vacío
yo también intoxico mi identidad con la identidad ajena
me pierdo en el vaho y en el duro repiquetear de los tambores.

Los bravos mancebos exhiben sus tauajes y sus botellas eruptan con sofisticadas maneras
las altas muchachas se abandonan en el raído pantalón y mueven sus ombligos como sirenas en mares turquesa
el tarro donde crepita el fuego del infierno cobija al cadáver mendigo y al ángel inefable.

Yo nado en los sudores generales
me acomodo al hueco de las rodillas
dudo de aquello que me es otorgado
pero no dudo del siguiente trago.

Es que aquí estamos
viendo pasar las horas
menos solos que solos en nosotros mismos
los oráculos tremebundos vaticinan las próximas tormentas
doy gracias porque el techo humano nos sostiene
al menos por esta noche
la ceremonia del brindis trae actividad al cristal y deja entrever la luz de los corazones
la profundidad de la vana celebración
la labia prendida del rictus
la caída de los ídolos de la buena presencia
eternidades en vidrios olvidados
montañas de colillas
una poca de luz todavía testifica
cómo resistimos en Babilonia los inviernos.



En la cantina

En la esquina superior de la mesa
una mujer exesa y rubia
fuma un tabaco rubio y exesivo
pasa las horas bebiendo cerveza
está a punto de llorar

En el otro extremo de la mesa
estoy a punto de llorar
paso las horas bebiendo cerveza
no sé cómo hablarle
cómo trasmitirle nuestras semejanzas

Yo pasaba delante de esta cantina
me senté en su mesa sin permiso
cuando ella apareció
al verme dijo
los mismos de siempre

¿estuve aquí una eternidad?
¿conozco de memoria la voz de cada comensal?
¿adivino lo que beberán?
¿me anticipo al humo de sus colillas?
¿soy la conocida de toda una vida?

Aún así no puedo recomendarle un peluquero
no puedo advertirle de las claras pruebas concluyentes
ni de las horas pesadas en monedas de cariño
y pagadas con monedas de escasez
no puedo darle alivio
no puedo darme alivio
no sé cómo hacerlo
.

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